Expresiones de la bondad de Dios
06.04.2013 21:02
Leer | SALMO 103
6 de abril de 2013
Normalmente pensamos en la bondad de Dios en términos de las bendiciones tangibles que recibimos, y de los sucesos placenteros. Aunque todas estos son expresiones de la bondad divina, no debemos interpretar el amor de Dios solamente por cómo Él lo demuestra en circunstancias positivas. Muchas veces experimentamos su bondad en nuestras horas más oscuras cuando se revela como bueno de maneras que solo Él puede hacerlo (2 Co 12.9).
Una forma de expresarnos su bondad es por medio su misericordia -su tierna compasión. En la Biblia, la misericordia suele mencionarse en el contexto de la preocupación de Dios por los que sufren y tienen algún tipo de necesidad. Constantemente vemos a Jesús lleno de compasión y ministrando, gracias a esta misericordia (Mr 1.41). Él sanó a muchos que clamaban a Dios por misericordia, porque reconocían su necesidad (Mt 9.27-29).
Recordemos que no fue ningún santurrón fariseo el que fue bendecido, sino el publicano pecador que comprendía que no merecía el favor de Dios, y que imploró misericordia (Lc 18.9-14). En respuesta a nuestra angustia, Dios nos ofrece alivio, no porque nos lo hayamos ganado, sino porque Él es bueno. Tengamos también en cuenta que, gracias a los méritos y el sacrificio de Cristo, todos los que confían en Él como su Salvador, tienen un gran valor a los ojos de Dios (2 Co 5.21).
Otra expresión de la bondad de nuestro Padre celestial es su gracia. Un Dios justo no puede pasar por alto el pecado, pero por su bondad y amor infinitos Él decidió pagar el castigo por nosotros. Tenemos acceso a la gracia de Dios solo por medio de la sangre de su Hijo Jesucristo. Debemos recordarnos a nosotros mismos cada día la extraordinaria bondad del Padre para con nosotros, y darle gracias por ello.
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Como seguidores de Cristo, nosotros también podemos estar rodeados de peligros invisibles. La presencia tóxica de la tentación y nuestras debilidades humanas pueden poner en peligro nuestra vida y nuestras relaciones interpersonales. No obstante, a diferencia del gas natural en mi hogar de la niñez, estos peligros invisibles no vienen de afuera, sino que residen en nuestro interior. Santiago escribió: «… cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Santiago 1:14).
La tendencia natural a pecar, sumada a los puntos ciegos que nos impiden ver nuestras debilidades, puede llevarnos a tomar decisiones tóxicas que nos arruinarán. La única manera de agradar al Señor es reconocer lo que dice acerca de nuestro corazón en su Palabra (vv. 23-25) y someternos a Él.
El invisible Espíritu de Dios es la mayor protección contra los peligros ocultos.
6 de abril de 2013
Normalmente pensamos en la bondad de Dios en términos de las bendiciones tangibles que recibimos, y de los sucesos placenteros. Aunque todas estos son expresiones de la bondad divina, no debemos interpretar el amor de Dios solamente por cómo Él lo demuestra en circunstancias positivas. Muchas veces experimentamos su bondad en nuestras horas más oscuras cuando se revela como bueno de maneras que solo Él puede hacerlo (2 Co 12.9).
Una forma de expresarnos su bondad es por medio su misericordia -su tierna compasión. En la Biblia, la misericordia suele mencionarse en el contexto de la preocupación de Dios por los que sufren y tienen algún tipo de necesidad. Constantemente vemos a Jesús lleno de compasión y ministrando, gracias a esta misericordia (Mr 1.41). Él sanó a muchos que clamaban a Dios por misericordia, porque reconocían su necesidad (Mt 9.27-29).
Recordemos que no fue ningún santurrón fariseo el que fue bendecido, sino el publicano pecador que comprendía que no merecía el favor de Dios, y que imploró misericordia (Lc 18.9-14). En respuesta a nuestra angustia, Dios nos ofrece alivio, no porque nos lo hayamos ganado, sino porque Él es bueno. Tengamos también en cuenta que, gracias a los méritos y el sacrificio de Cristo, todos los que confían en Él como su Salvador, tienen un gran valor a los ojos de Dios (2 Co 5.21).
Otra expresión de la bondad de nuestro Padre celestial es su gracia. Un Dios justo no puede pasar por alto el pecado, pero por su bondad y amor infinitos Él decidió pagar el castigo por nosotros. Tenemos acceso a la gracia de Dios solo por medio de la sangre de su Hijo Jesucristo. Debemos recordarnos a nosotros mismos cada día la extraordinaria bondad del Padre para con nosotros, y darle gracias por ello.
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Peligro invisible
Nuestro Pan Diario
… cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. —Santiago 1:14
Cuando yo era un niño, mi familia estuvo a punto de sufrir una tragedia. La mayoría de los artefactos más importantes de la casa, incluso el horno, funcionaban a gas, y una pequeña pérdida en uno de los caños hizo que nuestra vida corriera peligro. A medida que el gas fue invadiendo nuestra pequeña vivienda, las emanaciones letales nos afectaron y quedamos inconscientes. Si no hubiera sido por un vecino que decidió ir a visitarnos, un enemigo peligroso e invisible nos habría matado a todos.Como seguidores de Cristo, nosotros también podemos estar rodeados de peligros invisibles. La presencia tóxica de la tentación y nuestras debilidades humanas pueden poner en peligro nuestra vida y nuestras relaciones interpersonales. No obstante, a diferencia del gas natural en mi hogar de la niñez, estos peligros invisibles no vienen de afuera, sino que residen en nuestro interior. Santiago escribió: «… cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido» (Santiago 1:14).
La tendencia natural a pecar, sumada a los puntos ciegos que nos impiden ver nuestras debilidades, puede llevarnos a tomar decisiones tóxicas que nos arruinarán. La única manera de agradar al Señor es reconocer lo que dice acerca de nuestro corazón en su Palabra (vv. 23-25) y someternos a Él.
El invisible Espíritu de Dios es la mayor protección contra los peligros ocultos.